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0004 Animalitos locos

 

Puto cualquiera

Junio 1, 2015

 

 

Este artículo especial se adelanta debido al deceso de un personaje.

 

 

 

Apenas había entrado a la habitación multiuso que usábamos  como bodega, dormitorio, cambiador, oficina y estudio en casa de mi abuela cuando me encontré con un individuo que nunca había visto, era pequeño y largo, blanco con pelo rizado y esponjoso pero con una nariz negra y que en el cuello aún portaba un moño realizado con un ancho listón.

 

-¿Y éste quién es?- dije a mis hermanas, y fue entonces que dicho personaje se percató de mi presencia, lo primero que miró fueron mis pies y comenzó a levantar la vista hasta que en la penumbra alcanzó a ver mi rostro y lleno de terror comenzó a llorar.

 

-Tranquilo Copil, es tú tío-  le dijo mi hermana y lo cargó.

 

-Se llama Copil y vive con nosotros, se lo regaló Edmundo por su cumpleaños-, dijo mi otra hermana.

 

Yo estuve a punto de mencionar las palabras que mi Hermana, apenas un par de meses antes, había mencionado con llanto. (-¡Ya no quiero tener ningún perro!-)

 

Y así fue como entró Copil a la vida de mi familia, era ya un perro adulto de talla pequeña, abandonado, maltratado probablemente pues temía a los extraños y huía llorando apenas veía que alguien sostenía una escoba.

 

Tiempo antes de su llegada habíamos tenido una pequeña perrita que mi hermana renombró Ñuki, muy parecida a Copil pero de talla aún más pequeña y tan blanca y esponjosa como él.

 

Niurka, nombre auténtico de Ñuki (que nadie quiso adoptar en esta casa debido a la fama y calidad de la supuesta actriz cubana), fue obsequio de una prima política debido a que, ya había sufrido demasiados malos tratos por parte de sus hijos quienes en ese entonces eran un par de niños pequeños que más que jugar con ella, la lastimaban, pero es que ¿quién que se aprecie un ser pensante se le ocurre dar a su hijo pequeño la responsabilidad de una mascota?

 

Ñuqui llegó muy pequeñita con nosotros, una bolita peluda que casi cabía en las manos y que al crecer siguió siendo una perrita juguetona y de talla pequeña. Recuerdo que un día mi hermana le cortó el pelo y la dejó toda tuzada, cuando la vi exclamé -pero mira qué fea te dejaron, pareces ratón- y al instante salió corriendo, se metió debajo de la cama de la bodega multiusos y se puso a llorar, demasiadas charlas nos costó convencerla de que lo que dije no era cierto para hacer que saliera de allí con sus pequeños ojos negros llenos de lagrimitas. Ñuqui sabía perfecto la hora de ir y venir de casa, ella misma buscaba la bolsa en la que la transportábamos y con dificultad intentaba ella sola meterse para que alguno de nosotros pudiera transportarla.

 

Un día que trabajaba en una cafetería llegó mi hermana hasta la cocina, estaba muy seria se me acercó y dijo -se murió Ñuqui-, entonces se lanzó a mis brazos y se puso a llorar, yo la abracé y no sabía qué decir, sin embargo ella me comentó que la había encontrado llorando, que la había abrazado porque veía que de pronto se ponía tensa y entonces todo su cuerpo se ponía rígido, que trataba de calmarla porque la notaba asustada y en uno de esos momentos en las que parecía entrar en tensión, le mordió una mano, para luego entonces caer muerta en sus brazos.

 

Hace una semana me enteré que la hija del inquilino que vivía en casa de mi abuela, una niña de apenas 4 años le había confesado a mi Hermana, que su papá la había matado, seguramente igual que a Loki, un perro mezcla de doverman con ... que nos obsequió uno de mis primos, un perro muy grande, muy noble y torpe qué daba miedo a quien lo veía, pero que en realidad era un verdadero caramelo, dulce y tranquilo que una noche desapareció y no volvimos a saber de él, sin embargo estamos seguros que fue desaparecido por el mismo individuo, qué tipo, y pobre de su hija, tal vez el peso de la culpa no la tenía tranquila.

 

Debo comentarles que también tenemos gatos, Luna llegó junto con la primer Arquímedes debido a que fueron recogidas en la ventana de la casa de mi abuela luego de que alguien las dejara abandonadas en una bolsa, la primer Arquímedes era una gata de color blanco y ojos azules que fue enviada a vivir con una tía muy lejana en el pueblo vecino, mientras que Luna su hermana una gata de color negro de pies a cabeza, aún vive en casa, riñendo con Copil y agrediendo a cada perro que se atreve a cruzar la puerta hasta el patio.

 

 Pero por alguna razón desconocida, los animalitos nos siguen, a veces por las noches cuando llego del entrenamiento, me he encontrado animalitos que al verme me acompañan, tal vez se sienten seguros, sin embargo yo me doy cuenta que están perdidos y por más que les explico que al seguirme sólo se extraviarán más, no me hacen caso y me llevan hasta la puerta de casa, se me parte el corazón de no poder guiarlos hasta su hogar.

 

Algunas otras noches me he encontrado con perras que a poco de haber parido avanzan desesperadas por las calles desiertas entre la oscuridad de la noche buscando a sus cachorros porque sus rostros y comportamiento sólo demuestran preocupación y angustia.

 

Eso me recuerda la noche que muy cerca de llegar a casa me detuve al escuchar chillidos de cachorros de gato, no sabía de donde provenían hasta que me encontré con una bolsa de plástico donde estaban metidos, se me el corazón se me estrujó al ver que eran unas criaturas con tan sólo unas horas de nacidos y temí que pudieran salirse y morir aplastados o entre los dientes de algún perro que pudiera pasar esa noche así que, con una mano abolsé el frente de la sudadera que traía puesta y metí la otra mano a la bolsa, los saqué para acomodármelos en la panza y cuando por fin llegué a casa, noté que estaban tan pequeños que aún estaban pelones pero bañados en pulgas, sin embargo los cobijé en una caja y busqué cómo darles leche, sin embargo no resistieron la noche, por la mañana los cachorros habían muerto y yo me sentía muy mal de no haberlos podido cuidar.

 

Y así puedo seguir hablando de personajes, un perro al que mi padre le llamó el Chupes porque como llegó solo a casa era cómo un análogo de Solovino y como sólo era vino, entonces solo era chupe.

 

La negra fue una perra de talla mediana que llegó a casa, en ese entonces sólo teníamos una reja de madera y malla electrosoldada por lo que, se metía al patio y con ella otros 20 perros porque estaba en su época fértil, no obstante después de acomodar a los cachorros en diferentes hogares y enviárla a esterilizar, se quedó a vivir con nosotros.

 

Otro individuo que llegó en esa época y que compartió vida con el Chupes y la Negra fue el Chaparro, un perrito de talla pequeña que un día su dueña lo encargó a mis padres para que lo condujeran hasta su casa pues esa madrugada la acompañó a tomar un autobús y parece que el perrito se creyó encargado para el resto de su vida porque desde esa madrugada se quedó con nosotros.

 

Y así puedo hablar de varios perros, el Gori y el Chirrín, dos perritos hermanos con nombres sacados de una canción de Madaleno, en casa de mi abuela también recuerdo al Sultán, a Gúliver, la Jiwi y la Sully, a quien le encantaban los dulces porque mi prima se los compartía y que disfrutaba de mascar chicle aunque ya tenía todos sus dientitos picados.

 

Actualmente tenemos a la Chiquis, una perra pastor australiano que abandonaron cerca de casa de la abuela y que después de pasar varios días en la calle, mi padre metió a la casa debido a que fue lastimada por un taxi y pasó varios días en reposo y curaciones para al final, quedarse en casa donde es un verdadero huracán que da la mano, corre, salta, juega por todo el patio como un bólido y que el día de hoy también se encuentra en cuidados médicos después de que hace un par de semanas fue intervenida por esterilización.

 

Sin embargo hay un par de personajes de los que no puedo dejar de hablar como por ejemplo, la segunda Arquímedes, ella llegó desde la calle a la tienda de mis padres y por allí se metió cuando era aún muy pequeñita, una gatita atigrada color gris verdoso y negro quien a su muy corta edad fue madre y de quien pronto mi hermana les encontró hogar, tan rápido que apenas unos días después hubo que llevarla al veterinario porque sufría de fiebre, a lo que el hombre recomendó pedir a alguno de los críos a préstamo porque estaba produciendo demasiada leche y eso le producía los malestares, se pidió a la cría y un par de días después recuperó la salud, sin embargo mi hermana ya no quiso volver a separar a la madre del hijo y entonces ambos se quedaron con nosotros en casa de mi abuela.

 

Enubi, como mi hermana decidió nombrar a la cría, era como esos niños chamagosos que siempre andan despeinados, con lágrimas marcadas en la cara y los mocos llenos de tierra.

 

Pues resultó que mi hermana pensando que su crío era gata la envío a esterilizar y pues resultó que Enubi, el cachorro en cuestión, era gato y el veterinario decidió castrarlo, por lo que Arquímedes no lo aceptó a su regreso y costó mucho tiempo para que ambos pudieran compartir  el momento de la comida, dormir juntos y otras actividades.

 

Un día en casa de la abuela comenzaron a aparecer cosas en el patio, prendas de bebé, ropa interior y todos pensamos que podrían haberlos lanzado desde la calle, sin embargo, para acceder a esa zona del patio era demasiado difícil haber llegado desde el aire.

 

Así transcurrieron los días y siguieron apareciendo cosas por las mañanas hasta que mis padres descubrieron que Arquímedes traía todas las cosas desde hogares cercanos y después de encontrar a los dueños de las pertenencias, comenzaron las pláticas concientizadoras interminables con el gato, uno y otro hablamos con ella, desde -no hagas eso- o -¿por qué lo haces?-, hasta -¿qué te falta?- y -te van a pegar-

 

Al transcurrir los días más prendas aparecieron y los artículos se diversificaron, un traje de baño, gogles para nadar, un par de sandalias de niño, playeras, una pelota, varias muñecas, un par de zapatos de adulto y una enorme toalla.

 

Nadie podía explicar el por qué lo hacía o cómo con su tamañito podía cargarse cosas tan grandes y pesadas, y aún menos podíamos explicar cómo es que tratándose de calzado siempre traía el par completo.

 

Un día mi hermana la halló sufriendo, creemos que pudo haberse envenenado, sus pupilas estaban dilatadas, le hablaron a su médico veterinario y por algunos días se vio en una situación difícil, percibimos que había perdido la vista pero afortunadamente tras su recuperación también fue recobrando la vision, pero a partir de su intoxicación, comenzó a  sufrír de migraña, de vez en cuando lloraba, veíamos su pupila izquierda dilatada y crespados los pelitos del lado izquierdo de su cabeza.

 

Con el tiempo sus jaquecas aumentaron, intentamos reconfortarla con paracetamol en gotas pero a veces parecían no funcionar. Un día se vio muy enferma, adelgazó casi hasta los huesitos y se le veía muy mal, el veterinario después de la revision dijo no saber exactamente qué le sucedía aunque la medicó y poco a poco se fue recuperando, no obstante ahora parecía tener hambre de manera permanentemente y aún así, subir de peso parecía ser algo muy difícil y lento.

 

De pronto hace unas tres semanas volvió a verse recaer y rápidamente volvió a quedar muy flaquita, cuando se intentaba suministrarle el medicamento se escondía dónde nadie la encontraba, sin embargo esta vez todo fue más rápido, entró llorando a la tienda, se acurrucó dentro de una caja y pareció dormir, poco después entró su hijo a buscarla, dice mi hermana que lloraba pero luego de un rato, salió de allí; ella más tarde volvió a maullar unas cuantas veces para luego quedarse definitivamente en silencio.

 

Hoy, a una semana de haber perdido a Arquímedes, nos preocupamos por su hijo pues ciertamente eran muy unidos, a veces comía sólo si ella comía, les gustaba dormir juntos y abrazados, por eso, hemos decidido ponerle más atención y proveerle más cariño.

 

Adiós Arquímedes, estamos cuidando de tu hijo.

 

 

 

Un puto cualquiera

 

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