REFLEXIONES DE UN
PUTO CUALQUIERA
0021 Por la libre
Un puto cualquiera
agosto 22, 2016
El día de ayer terminé una relación de un año con dos meses y medio, cuando por fin dije las palabras de: -Ya entendí, mejor ahí lo dejamos, yo no sé porqué me pasé 3 días hablando como idiota-, me refería a que me desgasté mentalmente, gasté saliva y me permití soñar que había esperanza para solucionar los problemas de nuestra relación y sólo hasta ese momento sentí una tranquilidad enorme luego de aproximadamente 6 meses de sentir que algo no andaba bien y con un cierre tormentoso de unas 3 semanas donde mi desgaste mental llegó al nivel de alarma en mi medidor emocional.
Y es que uno se enamora de las personas por su físico (sea cual sea algo nos gusta), por la empatía en la manera de pensar y en una serie de atributos que no encuentras en otras, siempre pensé que las historias pasadas de las personas no importaban pero hay ocasiones en que esas historias del pasado siguen presentes no sólo en la mente, tienen una corporalidad además de nombre y apellido.
En el caso de mí ahora ex novio, se pueden llamar esposa e hijos, porque bajo la bandera de: -mi esposa lo sabe y ahora somos amigos pero lo único que no quiero es que se entere mi hija menor para no causarle un daño en este momento, vamos a esperar ver si esto funciona un año-, me permití vivir bajo la sombra de su heterosexualidad por más de un año aunque cabe aclarar que hubo la oportunidad de conocer a su hija y esposa, nunca hubo el momento para aclarar si sólo eran amigos y si ella en verdad conocía y aceptaba nuestra relación como él mencionó varias veces durante nuestro noviazgo.
Esa y otras razones que bajo mis argumentos él afirmó que le parecieron lógicos para esa última tarde juntos se convirtieron en las causas de una desconfianza sin ningún fundamento.
Desde mi punto de vista, el boleto de -ver si funcionaba- había expirado hacía dos meses y medio y en una de nuestras últimas charlas había sacado un reintegro por 3 años más mínimo sin oportunidad de apelar al jurado y sin la certeza de que sería el boleto final. A este reintegro se sumaban ahora la homofobia de las hermanas de mi ex y el regreso de la otra hija al núcleo familiar en lo que yo encontraba un turbio: No quiero desprenderme de mi estatus heterosexual porque tengo miedo de ser quien soy realmente ante mí y ante las personas que me rodean y me aman porque de esta manera estoy seguro en mi trinchera donde nadie puede juzgarme, estoy en mi zona de confort y ahora vivo "feliz" sin comprometerme en nada contigo, pero ten por seguro y tienes mi palabra de que eres el único, que te amo y que quiero vivir contigo el resto de mi existencia aunque te tenga viviendo nuestra relación en el sótano, donde de mi parte, nadie más que yo conoce lo nuestro y en donde sólo allí puedo ser quien soy, el auténtico, pero que no se entere nadie.
Y eso exactamente es a lo que yo llamo querer llevarse una relación por la libre, una relación donde con palabras se dice mucho pero en las acciones no se demuestra al otro que vale lo que se le dice que vale, porque no hay garantía alguna que refuerce las palabras, sólo los besos, los abrazos, las caricias y sí, momentos llenos de felicidad en los paseos y las momentos compartidos, mis primeras preguntas un día después de terminar fueron: ¿cómo alguien que culpa a otro de no tener confianza no se ha sido honesto a sí mismo?, ¿cómo puede alguien exigir confianza cuando no confía en su propia calidad humana y por consiguiente en el respeto, aprecio, cariño, amor y confianza de las personas que le rodean para decirles quién es en realidad?
Hacía apenas dos días que mostrándole todo el apoyo de siempre le reconocí que era un padre ejemplar, que sus hijas y hermanas lo amaban y que reconocerse ante ellas no iba a mellar su relación porque estoy seguro de lo siguiente: Las personas que nos aprecian y valoran nos respetan, aman y nos brindan su cariño por quienes somos realmente y por nuestra calidad humana, no por nuestra preferencia sexual.
Cuando finalizaba nuestra cita parecíamos dos competidores en las últimas décimas de segundo del cierre de un maratón, yo insistía en recibir mayor seguridad y él mencionaba que mi solicitud era sólo un signo de una desconfianza que parecía que se había vuelto irreparable.
Las cosas se vieron venir en todo momento de esa última tarde como flashes de fotógrafos que no dejaban de parpadear en la última competencia de una Olimpiada. Pero el cierre fue arrasador, todo se dio con tranquilidad, ninguno levantó la voz, él daba signos de querer terminar sin decirlo atribuyendo que el problema era en realidad mi falta de confianza y yo asfixiando sus palabras trataba de hacerle comprender que su falta de honestidad era lo que había estado extinguiendo mi confianza, asfixiando mi integridad y consumiendo mi razón.
Íbamos hombro con hombro y yo mismo no sé quién llegó a la meta primero, si él al dar a entender que mi desconfianza era irreparable y no iba a hacer nada más o yo al decir: -Ya entendí, mejor ahí lo dejamos, yo no sé porqué me pasé 3 días hablando como idiota-, levantándome y dando por concluida la contienda. Lo único que me queda claro esta mañana es que ninguno de los dos ganó nada, en realidad ambos perdimos todo lo que dos personas que se aman tienen que abandonar al no poder llegar a acuerdos para solucionar sus conflictos y diferencias.
Ahora me debato entre la idea de si una pareja la conforman dos personas o de verdad importa tanto el núcleo familiar, la comunidad y la sociedad, porque en realidad eso es el noviazgo y sobre todo el matrimonio, el reconocimiento otorgado por una sociedad a dos personas que deciden trascender a un plano diferente, porque dentro de ellos existe un afecto tan fuerte que sienten que no pueden estar separados el uno del otro, y la familia primero y luego la sociedad funcionan para reconocer ese interés mayúsculo y los entiende como una unidad, pero entonces ¿por qué es tan difícil solicitar y otorgar ese reconocimiento?
Esta mañana he llegado a la conclusión de que es igual de dañino guardarse sentimientos negativos que silenciar los sentimientos de efusiva alegría, felicidad inmensa y amor intenso y ardiente, no mostrar y guardar en un cajón cubierto del que nadie puede saber ni puedes compartir y del que está absolutamente prohibido dudar porque para estas alturas se trata de un absoluto acto de fé y me gustaría escuchar la respuesta de algunos creyentes si alguna vez no han puesto en duda por una micra de segundo la existencia de Dios y más aún en una sociedad que hoy en día se divide entre los que dar la palabra significa comprometer su propia vida y entre los que piensan que es un sinónimo de escupir a la cara.
Y tú, ¿has comenzado una relación en la que debes creer ciegamente en la palabra de tu novio como si fuera un acto de fé, en la que está prohibido dudar y no hay pruebas que la confirmen?
Un puto cualquiera
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