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Reflexión 0013 Diez de mayo

Un puto cualquiera
junio 8, 2016

Diez de mayo de 2016 El día de hoy ha sido quizá uno de los menos halagadores para mi madre y es que cuando llegué a su casa esta noche, estaban solos ella y mi padre viendo televisión, sobre la mesa había ya sólo un trozo de un delicioso pay de queso con zarzamora al lado de los platos de la reunión con mi tía y mi hermana menor porque mis demás hermanos no pudieron estar en casa de mis padres debido al trabajo. A decir verdad, mis ideas en contra del capitalismo me han llevado a sentir que este día no tiene por qué ser significativo, al final, una madre lo es los 365 días del año, 366 días en año bisiesto y no sólo cada 10 de mayo, por tal motivo, celebrarlo en esa fecha me resulta hipócrita y a veces hasta insultante así que prefiero celebrarle algún otro día.

 

Pero este año fue distinto, llegar a casa y ver a mi madre tumbada en el sillón me pareció muy triste porque la rodeaba un ambiente desolador, por un momento me hubiera gustado contarle la razón de mi ausencia pero con seguridad sólo le habría causado algún otro pesar. La tarde del 9 de mayo había recibido una llamada, cuando vi el nombre en la pantalla del teléfono pensé que mi amigo iba a cancelar la cita que habíamos programado para el miércoles 11 de mayo pero no fue así, cuando contesté mi amigo titubeaba al hablar, con dificultad me preguntó si conocía una clínica, no tenía que decir más, al instante lo supe pero esperé a que tomara valor y lo pudiera mencionar, y cuando por fin lo dijo yo respondí afirmativamente, luego de hablar un poco y sentir su preocupación me ofrecí para acompañarlo al día siguiente.

 

Eran poco más de las 2 de la tarde del día de hoy y allí estaba yo en el andén del Metro Ermita esperando la llegada de mi amigo a quien hacía más de un año que no veía, el ambiente era deliciosamente caluroso, el sol brillaba radiante y la atmósfera embriagante. Unos minutos más tarde él estaba allí, lucía su ropa del trabajo y se notaba algo más delgado pero muy guapo como siempre, nos dimos un abrazo, yo estaba tan feliz de verlo de nuevo, comenzamos a charlar y abordamos el tren, mientras viajábamos lo noté inquieto pero él cuidaba de mantener la calma.

 

Luego de un rato de viaje, un transbordo, algunas charlas y algunas estaciones más llegamos al Metro Patriotismo, para cuando salimos del subterráneo mencionó haberse cansado y estar nervioso. -Tranquilo, todo va a estar bien, es lo mejor que debes hacer- le respondí aunque yo mismo me encontraba preocupado y con miedo. -¿Qué me van a preguntar?-, me dijo, y al vernos rodeados de gente cerca no supe qué contestar, intentaba recordar pero no podía, seguimos caminando, yo me mostraba confiado y animado charlando e intentando disipar su temor y angustia, casi habíamos alcanzado la puerta cuando mi cerebro generó un chispazo y salió expulsada por mi boca en forma de palabras: -Te van a preguntar si tuviste algún contacto de riesgo-, él balbuceó pero con claridad dijo que se le rompió el preservativo y para entonces estábamos cruzando la entrada de la clínica Condesa.

 

Ya dentro de la clínica nos dirigimos al escritorio de registro para pruebas y durante el recorrido recordé varias de las veces que había estado allí, solo o acompañado de un amigo, estoy seguro de que a Rodrigo le temblaban las piernas a cada paso y con cada peldaño que subimos en la escalera y al llegar al registro seguimos el protocolo y yo quise acompañarlo en todo momento, tomamos ficha, nos registramos, nos tomaron la muestra de sangre a cada uno y luego a esperar.

 

Seguro muchos de los que ahora mismo leen estas líneas saben la angustia que se vive durante la espera frente a los consultorios y como el tiempo parece volverse eterno. Cabe señalar que seguramente por ser 10 de mayo la clínica parecía estar vacía, habían pocas personas solicitando el servicio y yo imaginé que todo sería más rápido pero al parecer no iba a ser así, yo mientras tanto buscaba tranquilizar a Rodrigo y darle seguridad, le dije que cualquiera que fuera el resultado todo estaría bien, que estaba haciendo lo correcto y que lo peor que podría suceder es resultar positivo en la prueba rápida de vih y si eso llegaba a suceder, que aún tenía la posibilidad de llevar una vida normal, que podría hacer todo lo que se propusiera y seguir su vida, solo que con mayor cuidado y tomando sus medicamentos.

 

-No has comido y ya es tarde-, le dije -tienes que comer algo, cuando salgamos te llevaré a comer-, luego le pregunté de su familia y busqué distraerlo cuanto pude pero cada vez que una puerta se abría, sus ojos se clavaban a la puerta y se quedaba estático del terror. Cuando la sala hubo quedado prácticamente vacía de quienes llegaron antes que nosotros una puerta se abrió y una chica mencionó mi nombre, para entonces yo estaba más preocupado por distraer a Rodrigo que por mi propio resultado. Mientras me levantaba de la silla le di unas palmadas en la rodilla y le dije: -Todo va a estar bien- y me introduje en el consultorio.

 

Sentado en el consultorio la doctora me preguntó acerca de la causa de mi prueba y le expliqué la situación, ella respondió que esa no era una causa de riesgo y respondí que me hago pruebas de manera regular pero que la causa real era porque estaba acompañando a un amigo que estaba muriendo de miedo en el pasillo y ella dijo: -Todos afuera tienen mucho miedo-, me entregó mis resultados negativos y salí al pasillo donde Rodrigo ya no estaba y me puse a esperar, sólo deben haber pasado unos cuantos minutos que parecieron volverse tan finos y largos que acabaron por romperse y dejar correr de nuevo el tiempo en el instante mismo que una puerta se abrió y Rodrigo salió, hizo una pequeña sonrisa y me indicó que saliéramos de allí.

 

Apenas habíamos alcanzado una banca solitaria en el camino cuando se desplomó, en los 37 pasos que dió parecía haber cargado el peso del mundo en sus hombros, -¿Por qué me pasa esto a mí?-, dijo él cuando sus ojos evitaban mirarme y como nubes de tormenta estaban a punto de soltar tantas lágrimas que inundarían la clínica desde los cimientos hasta el borde más alto de su construcción, y entonces lo único que pude hacer fue abrazarlo y buscar tranquilizarlo.

 

Luego de unos minutos lo llevé a que comiéramos algo porque debíamos volver a la clínica pasado un tiempo para que pudiera completar los trámites y la evaluación médica, le brindé toda la atención que pude y busqué las palabras de apoyo más optimistas y veraces respecto a su condición respecto al tema aunque me considero un gran ignorante ante la enfermedad. Y así, luego de hacer varios trámites pudimos abandonar la clínica cuando ya comenzaba a oscurecer, lo dejé en el Metro Pino Suárez con una actitud optimista gracias a los doctores que le brindaron atención y cuidados, pero mañana deberá presentarse al hospital para iniciar una atención médica y una nueva vida, porque Rodrigo está decidido a recuperarla y vivirla.

 

Si tú necesitas hacerte la prueba pero te da miedo, te recomiendo que lo hagas, en el peor de los casos, en el que tu resultado sea positivo, podrás recibir atención, evitar que tu organismo se deteriore rápidamente y vivir una vida plena acompañada de cuidados y responsabilidad tanto hacia ti como para las personas con las que te relacionas sexualmente, pero si tú resultado es negativo, te quitarás un gran peso de encima y podrás volver más ligero a una vida sexual responsable.

 

Por favor cuídense y cuiden de los demás.

 

Nota: He utilizado el nombre de Rodrigo para la persona de este suceso, sin embargo me reservo la identidad real porque en mi opinión, sólo quienes viven con vih deben decidir a quién pueden comentar sobre su padecimiento debido a los prejuicios y a la discriminación que provoca la ignorancia en el tema.

Un puto cualquiera

 

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